Cercos y mangueras de piedra en áreas rurales

En cada pago de nuestro país existen estas construcciones en piedra, propias de una época que, por no utilizarse el alambrado de metal, se utilizaba la piedra para construir corrales(mangueras) y cercos demarcadores de las propiedades rurales. Se encuentran aún vigentes, algunas, en buen estado de conservación y son dignos ejemplos de una época histórica que debemos tratar de recordar a través de estos verdaderos monumentos. Representativos del trabajo humano en los tiempos en que se poblaba esta parte del continente americano en base a la introducción de los ganados (vacunos y caballares) que aportarían otro tipo de riqueza al conquistador europeo, haciéndolo cambiar sus ansias de enriquecimiento en base a los metales preciosos.
En el este de nuestro país, hay zonas que la piedra se encuentra a flor de tierra. Al respecto recuerdo una anécdota de valor histórico, narrada por unos vascos del norte de España que se vinieron a América en busca de trabajo, porque en sus tierras, muy al norte, contra los pirineos, ya no tenían trabajo. Desembarcaron en Montevideo y averiguaron hacia donde ir para lograr ocupación, les preguntan ¿qué oficios tenían?, dicen de picapedreros por varias generaciones familiares.
La respuesta fue: vayan hacia el este, hasta la frontera con la colonia portuguesa, esa zona es la de los “Cerros Largos” hay mucha piedra. Así lo hicieron.
Eran los vascos Etcheverry, tío y sobrino. Ambos llamados Juan. Fueron los constructores que empezaron el trabajo en piedra de nuestra Posta del Chuy.
Como dueños construyeron puente-vivienda e inauguraron la ruta entre Montevideo y hoy ciudad de Río Branco.
La Posta del Chuy del Tacuarí es un monumento totalmente de piedra, único en la zona que fue casa de familia, comercio, alojamiento para viajeros. Los medios de locomoción eran a tracción a sangre: caballos-carros-carretas-diligencias-sopandas-sulkis-charrets. Las instalaciones de los Etcheverry se transformaron en posta, es decir, lugar de recambio de los caballos.
Con tal objetivo, hubo que construir una manguera (corral) de piedra para esperar con los caballos. El emblemático edificio, su manguera el puente, que espera hace ya muchos años ser restaurado. La cadena accionada desde el interior del edificio es la encargada de dar paso a los viajeros, previo pago del peaje. Son orgullo de Cerro Largo.
Los cercos y las mangueras de piedra, han sido testigos, por siglos, del desarrollo (y son consecuencia) de la ganadería vacuna y caballar en el Rio de la Plata.
Cuando se “apagaba” la ilusión del conquistador europeo por los metales preciosos estas praderas rioplatenses eran “tierras de ningún provecho”, hasta que un visionario español, Gobernador, llamado Hernando Arias de Saavedra, recorrió la Banda Oriental del Uruguay en los primeros años del siglo XVII. Después de varios meses recorriendo la zona comprobó las bondades de sus suelos, la abundancia de su red fluvial, el buen clima (en la mayor parte del año), considero y así informó a sus superiores el potencial pecuario y agrícola del territorio.
Entre los años 1611-1616, Hernandarias introdujo ganado vacuno y caballar.
Lo previsto por el Gobernador de Paraguay se manifestó rápidamente: la zona se enriqueció con enormes cantidades de ganados. Agréguese que más al norte en las zonas colonizadas por los Jesuitas, en tierras pobladas por el pueblo guaraní, se habían introducido ganados bovinos y caballares para el trabajo en las Misiones Jesuíticas–guaraníes. Tanto los ganados de las Misiones, como los introducidos en las márgenes del Rio Uruguay, al reproducirse en grandes cantidades se volvió salvaje o chúcaro, más conocido por cimarrón, por no tener marca ni señal de dueño.
Las praderas naturales rioplatenses mezclaron los ganados de la zona, con los que se desbordaron desde la zona Jesuita. Se conoce con el nombre de la “vaquería del mar”. Cuando escaseaban los ganados en la zona de Misiones o de Paraguay, se organizaban vaquerías con indígenas “tapes” (guaraníes civilizados) diestros en el manejo del ganado, que se llevaban miles de vacunos hacia el norte. Muchas veces esas tropeadas vaqueras eran acompañadas por curas. Quedaron excelentes descripciones de ellos: geografía del alto y bajo Uruguay, algunos nombres de ríos, cerros, pasos, etc. Esto fue en la segunda mitad del siglo XVII. A fines de este siglo recién se inicia el proceso colonizador en la Banda Oriental. Portugal funda “a nova Colonia do Sacramento” en 1680. Aparecen pocas reducciones de Padres Franciscanos contra el Río Uruguay. Los españoles fundan Montevideo entre 1724-26.
Obsérvese lo original de la realidad colonizadora: disputada entre España y Portugal. La más interesante es que el poblamiento ganadero precedió al de los colonizadores. lo mismo los primeros datos geográficos que provienen de las excursiones jesuitas cuando venían a la “vaquería del mar”.
La colonización española en el Rio de la Plata implico reparto de “suertes de estancia” y radicación en Azoteas, de los dueños de tierras españoles o criollos ricos.
Estos aplacaron, un poco, la cacería de ganado chúcaro, pero para eso debían “amansar a rodeo” y delimitar sus tierras. Ahí aparecen los cercos de piedra y las mangueras redondas con capacidad para enormes cantidades de ganado.
¿Cómo eran construidas?
Se dice que eran de “piedra seca”, es cuando no se utiliza argamasa, cualquier producto de fijación. ¡Es todo un arte!!!, la técnica se transmite por generaciones. Colocan las piedras de tal manera que conserven la estabilidad en base a la presión entre ellas, sin mezcla de unión, ni yeso ni cal, ni cemento, ni arcilla. Se sostienen por su propio peso. Tampoco, recomiendan usar piedras chicas, para rellenar.
Los colonos españoles recibían además de las “suertes de estancia” chacras(chácaras) en las que plantaban lo necesario para el consumo familiar y para sus animales domésticos. El problema era la protección de sus plantíos. Los cercos de madera no eran resistentes ante animales salvajes. El alambre recién se usó en la segunda mitad del 1800. En un libro encontré la mención de un campo alambrado en Paysandú de un tal Richard Banister Hughes.
El Presbítero Manuel Pérez Castellano tenía una chacra en la zona del Miguelete. Escribió bastante en sus “Observaciones sobre agricultura”,1813, se preocupó por la forma de protección de las chacras ante el ataque de ganado, tanto manso, como cimarrón. El manual de Pérez Castellanos fue publicado por orden del Gral. Manuel Oribe recién en 1848.
La protección de los plantíos se hacía con zanjas, con cercos del árbol de membrillo, cercados de tunas o de talas, corrales de palo a pique.
Tanto para los cercos de piedra, como los corrales, los principales riesgos de derrumbe eran las tormentas.
Me contaba el Sr. Sosa, que, desde la época de su padre, tenían cercos y corrales de piedra, que cuando se producían tormentas con fuertes truenos, el padre les avisaba: “las tenemos que reparar a las piedras que se van a caer”.
Otro elemento a considerar, respecto a la conservación de las construcciones de “piedra seca”, es el crecimiento de arbustos entre las piedras, a partir de las semillas diseminadas por los pájaros.
Muchas veces, los pobladores de la zona, (o sus propios dueños), retiran piedras para otros usos provocando derrumbes.
Cercos y corrales de piedra tienen gran valor patrimonial, es aconsejable su reparación para evitar que desaparezcan. Existen “pedreros” que conservan la tradición familiar del empleo de la piedra bruta.
Las reparaciones dependen del oficio y habilidad de cada pedrero para conservar la estructura y el aspecto. Si el interés del dueño es solo la utilización con los animales encerrados, utiliza mezcla, maderas para sostén (u otros materiales) o permite desplazamientos asiduos por encima de su estructura está deteriorando el valor histórico-patrimonial de una obra que ha sobrevivido por cientos de años y ha sido símbolo del esfuerzo humano, en épocas heroicas. La depredación del hombre no mide el daño que le provoca a estos vestigios del pasado, en nuestro medio rural.
¡Por favor, no mueva esas piedras que son patrimonio de la Patria! ¡Son símbolo de las tradiciones camperas!
Muy próximo a Melo, menciono las “mangueras” que están en mejores condiciones de mantenimiento: Posta del chuy”, la estancia de “La Picada” de Silva y muchas más, en mayor o menor, grado de conservación.
En cuanto a cercos de piedra aún se ven muchos, más o menos, visibles desde la distancia menciono el más visible desde nuestra zona: el que “nace” desde las nacientes del Cerro Largo. Aclaro el Cerro Largo emerge desde una laguna llamada de la “Piedra Negra” que es la parte más profunda del Rio Tacuarí.
La margen sur del rio es la 10ª sección policial y la margen norte es la 14ª sección policial (Referencia: salimos de Melo, hacia el sur, hacia Montevideo). Según los antiguos dueños y habitantes del lugar, la “Piedra Negra” es el fondo del Tacuarí, se encuentra a 11 metros de profundidad.
La medición de la profundidad fue realizada por OSE, cuando la sequía de 1942-44.
Faltaba agua en Melo, se hizo una zanja, o canal para traer agua desde el Tacuarí.
La familia Sosa, poseían las tierras por donde pasaba el canal. Los traté, me contaron lo que les digo y me mostraron las “marcas” en sus campos por donde pasaba el canal.
Fue trabajo manual, por cuadrillas contratadas. Todo se hizo bordeando el río, porque si se alejaban de la costa, ya empezaban los cerros, era mayor el desnivel y el trabajo.
En el sur de la Laguna, se observan los restos del cerco de piedra que comienza a “subir” las primeras estibaciones del Cerro Largo.
Los límites de la familia Sosa, que mencione, también eran con cercos de piedra. Ellos me explicaban las tareas como picapedreros y los trabajos que tenían después de las tormentas: caían las piedras y se abrían “pasadas” para los animales.
Todavía hay una tapera, toda de piedra.
En 1957, Don Sosa vino para Melo y m i suegro quedó arrendando una parte de los campos de Sosa.
Siglo XX, 1ª mitad: Revolución Industrial con enormes máquinas accionadas con poleas de cueros del Rio de la Plata (los cueros de los ganados criados en libertad y a la intemperie, son más resistentes).
Primera guerra mundial: los soldados utilizaban los cueros rioplatenses para mochilas, protección de las armas, vestimentas (los gamulanes de cuero y lana). En las trincheras, se alimentaban con las carnes enlatadas del Frigorífico Fray bentos.
La agricultura americana abastecía a la Europa en guerra, los hombres en el frente de lucha, no trabajaban las tierras.