Locales

Santa Ernestina

Un pueblo fantasma en Rivera

 

Al fundarse la “Compañía Francesa de Minas de Oro del Uruguay”, se formaron dos centros de actividades: el de máquinas, sobre el arroyo de Cuñapirú, y el de trabajos mineros, en Santa Ernestina, una villa desaparecida que estuvo a punto de ser capital departamental, de profusa vida nocturna, una referente del fin de siglo XIX para el norte del país y que vivió un sangriento alzamiento obrero, un cocktail que cuesta imaginar hoy día.

Los hermanos Birabén, copropietarios, habían tenido discordias con el directorio de Europa, por lo que se separaron y fueron a explotar otras minas en la región de Corrales, obteniendo, a ese efecto, dos concesiones: una en la margen derecha y otra en la izquierda del arroyo Corrales.

Así se empezó a reunir gente, principalmente en la margen derecha, donde está hoy la villa con el nombre de Minas de Corrales. Allí la Compañía Minera de Corrales estableció sus almacenes, casa para el Directorio, algunas habitaciones para los peones y demás para accesorios y cosas de costumbre en trabajos de esa clase.

Poco a poco se fue formando una calle, que comprendía además pequeños negocios, lo que devino en el núcleo de la villa actual, que conserva características de entonces, como puertas de calle elevadas dos o tres escalones para evitar las crecientes.

Corrales se había levantado en campos de propiedad de Conrado F. Rucker, que había donado 2 hectáreas de terreno en el pueblo, con destino a los edificios de la Comisión Auxiliar, juzgado de Paz, Escuela, Correo y Receptoría de rentas. Un censo en la localidad levantado el 18 de julio de 1895, arrojó la cantidad de 1673 habitantes.

Entre los primeros profesionales radicados en la zona, importa destacar a Francisco V. Davison, un montevideano doctorado en Edimburgo en medicina y cirugía, que llegó a Santa Ernestina a fines del verano de 1880 junto a su esposa inglesa Ana Paker, enfermera diplomada y con grandes conocimientos de obstetricia. Ambos atendieron con celo extraordinario y enorme caudal de bondad y desinterés la salud de los mineros, de la población y campaña.

Pero para fines de los 1870, el agrupamiento urbano más importante era aún Santa Ernestina. A unos cuatro kilómetros de la represa, se trataba de un caserío desordenado, pero totalmente atípico para el país, que alternaba rancheríos con arquitecturas industriales inglesas y que llegó a albergar en su auge a casi 2000 habitantes.

Dada su proximidad a la Usina de Cuñapirú, allí se centraban servicios públicos y privados.

Había allí también una vida nocturna poco creíble hoy. Gracias a las jóvenes francesas cuya inmigración había sido facilitada por el Jefe Político de Tacuarembó, el Coronel Escayola, se podía disfrutar de la vanguardia musical parisina, al punto de que se llegaron a representar fragmentos de óperas.

Sangre, fiesta, prostitución, derroche de pepitas y onzas de oro. Pero el tiempo no dejo rastros de tal grandiosidad, las estructuras yacen derruidas.

En prueba a la extraordinaria opulencia de la zona, en 1884, cuando se creó el departamento de Rivera, en primera instancia se manejó instalar la capital no en la frontera sino en Villa Santa Ernestina, centro poblado de cerca de 700 residentes fijos, pero en cuyos alrededores (incluyendo Corrales) ya residían unas tres mil personas, cientos de ellos representantes de inmigrantes de varias nacionalidades.

El cementerio, (uno de los pocos supervivientes de Santa Ernestina hoy, pues apenas quedan tres edificaciones), conjunta estilos diferentes y lápidas en distintos idiomas.

Así Liebig’s en Fray Bentos (1868) y el eje de 9 kilómetros Cuñapirú/Minas de Corrales (1867/1882) se constituyeron en los dos principales polos tecnológicos de la época, muy lejos de la influencia centralista de Montevideo.

Santa Ernestina y la Primera Huelga en el Uruguay El 13 de enero de 1880, se hizo conocer en Santa Ernestina, un nuevo sistema de paga. Estaban contratados a $ 25 por mes, y se pretendía pagarles solamente $ 1 por cada día que trabajasen, descontando así días de mal tiempo o días en que por problemas técnicos no se pudiese trabajar. El nuevo sueldo establecido por la Empresa, no fue aceptado y provocó una huelga – motín.

Se produjo una rebelión de obreros que fue reprimida violentamente, dejando como saldo un tendal de trabajadores gravemente heridos que murieron sin poder ser atendidos. Otros fueron trasladados con urgencia al Hospital de San Fructuoso (hoy Ciudad de Tacuarembó) pero, en su mayoría, no llegaron con vida. (Fuente: miuruguaytk.blogspot.com)

 

 

Foto: Ruinas de la Iglesia de Santa Ernestina de Hugo Lopez

 

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