Sociales

Bondadoso y dedicado

Felipe Navarrete Salgado: un sacerdote que dio su vida al servicio de los demás

El padre Felipe Navarrete Salgado, un jesuita recordado por su profunda entrega a los más necesitados, nació el 7 de noviembre de 1926 en Tupambaé, Cerro Largo, Uruguay. Conocido como un hombre bondadoso y dedicado, Navarrete marcó su vida con una vocación inquebrantable hacia el servicio y la humildad. Al recordarlo, Luis, un allegado que lo acompañó en sus últimos años en la Enfermería del Colegio Seminario, expresó: “Lo voy a extrañar a mi santo, mi San Felipe Navarrete Salgado de Tupambaé”.

SU TRAYECTORIA

De acuerdo a documentos de Sergio Sánchez Moreno, a los 19 años, Navarrete fue aceptado en la Compañía de Jesús, una orden religiosa exigente y rigurosa fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola, cuya misión se centra en servir a la Iglesia mediante votos de castidad, pobreza y obediencia. El colega Sánchez Moreno realiza con muy buena precisión algunos aspectos de su vida que ahora en EL PROFESIONAL tratamos fe rescatar, complementar y difundir tan rica historia.

En esa misma orden ingresó décadas después el Papa Francisco, compartiendo con Felipe la identidad jesuita. Sin embargo, el camino no fue fácil para Navarrete, quien en su juventud se destacaba más por su carácter alegre y distraído que por una inclinación intelectual. Su simpatía y disposición por alegrar a otros lo hacían un joven particular en una familia de figuras destacadas, como su hermano Eduardo, médico, y Roberto, productor agropecuario.

ARGENTINA, CUBA, EEUU, INDIA Y URUGUAY FUERON ALGUNOS DE SUS DESTINOS

El padre Felipe comenzó su formación en 1945, con dos años de noviciado en Montevideo, y luego se trasladó a Córdoba, Argentina, para continuar con estudios en filosofía. Aunque enfrentaba dificultades con los estudios y tenía limitaciones en el inglés, en 1958 fue enviado a Indiana, Estados Unidos, donde terminó ordenándose sacerdote en 1960. Recordaba con humildad su ordenación, calificándola como un «milagro de amor» y una muestra de la «misericordia del Padre Bueno».

Su vida sacerdotal se caracterizó por un servicio incansable a las comunidades más necesitadas y por la cercanía con las personas. Durante siete años, fue prefecto en el Colegio Seminario de Montevideo y, más adelante, lideró una residencia de sacerdotes. En 1974, regresó a Cerro Largo como párroco de la iglesia del Santísimo Redentor en Fraile Muerto, donde trabajó junto a las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado y formó lazos profundos con los pobladores. En palabras de Navarrete, esos años fueron «inolvidables» y le dejaron «tanto amor de la gente».

COLABORÓ CON LA SERPAJ

En 1979, Navarrete fue destinado a Treinta y Tres, donde asumió la dirección de la parroquia San José Obrero. Allí desplegó una labor ardua en apoyo a movimientos sociales y religiosos que buscaban la restauración de la democracia durante una época de censura y represión. Fue un tiempo en el que la Iglesia Católica uruguaya jugó un rol crucial en el impulso de los derechos y las libertades. Felipe colaboró con el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) y otras iniciativas que buscaban la justicia social y los derechos humanos.

Además, Navarrete participó en actividades de la Iglesia que marcaron el espíritu de la época, como las Jornadas Nacionales de la Juventud, donde miles de jóvenes se unían en solidaridad y esperanza cantando por un Uruguay libre y justo. Felipe no solo fue un evangelizador, sino también un guía para aquellos que luchaban por una sociedad más inclusiva y humana.

Su legado quedó impregnado en lugares como Fraile Muerto, Melo, Treinta y Tres, e incluso en Cuba, donde extendió su misión. Murió el 20 de septiembre de 2019, a pocos días de cumplir 93 años. La vida de Felipe Navarrete Salgado es un testimonio de entrega, simplicidad y profundo amor al prójimo.

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