Sociales

Memoria viva

Carmen Arévalo celebró 98 años

El pasado domingo, rodeada de una historia y de recuerdos que reflejan la memoria viva de Melo, festejó sus 98 años la señora Carmen en su ciudad natal. Carmen ha vivido siempre en la misma casa, en la calle Rincón Artigas, y sus recuerdos son un tesoro que evoca tiempos donde la vida transcurría con una simplicidad y una unión que hoy parecen cuentos de antaño.

En sus palabras, podemos ver la imagen de una niña que iba a la escuela Nº7 y luego continuó sus estudios en la escuela Florida, hoy conocida como escuela Nº3 en Avenida Brasil. «Iba y venía a pie, corriendo por las calles de tierra, con un cuaderno bajo el brazo y los sueños de una niña inquieta», relata Carmen. Su vida estaba llena de deporte y juegos en la plaza con otros niños, esos días en los que la ciudad bullía de risas y entusiasmo.

Carmen también es descendiente de esclavos; sus abuelos huyeron de Brasil en busca de libertad, encontrando en Uruguay un hogar donde finalmente fueron libres. Nació en una época donde la comunidad era un refugio, un lugar donde los vecinos eran casi una familia. Con voz pausada, Carmen describe cómo el panadero dejaba el pan en su casa sin preguntar, y el lechero dejaba su botella de leche confiando en que el dinero estaría listo debajo la botella. Era un Melo sin cerraduras, sin prisas, donde la vida fluía tranquila, donde la confianza era la base de las relaciones entre vecinos y conocidos.

DISCRIMINACIÓN

Sin embargo, la vida no siempre fue fácil. Su juventud estuvo marcada por la discriminación y el racismo. Carmen, con su piel negra, no podía entrar al Club Unión ni al Centro Obrero. «Nosotros sabíamos que no podíamos entrar allí, pero nunca respondí con resentimiento. Me sentía débil por dentro, pero también sabía que mi valor estaba en mi humildad y en mi familia”, recuerda. Fue entonces cuando su familia y otros vecinos crearon el Centro Uruguay, un espacio donde Carmen y su gente podían celebrar, bailar, y vivir momentos que no tenían en otros clubes.

UNA VIDA LLENA DE TRABAJO

La vida de Carmen también estuvo llena de trabajo arduo desde muy joven. Con una fuerza admirable, ella y su madre cruzaban a pie varias cuadras hasta el arroyo Conventos, llevando pilas de ropa para lavar. Aquellas aguas cristalinas fueron testigos del esfuerzo con que limpiaban cada prenda, convirtiendo cada pieza en un reflejo de dedicación y dignidad. “Llevábamos la ropa en la cabeza, bien planchada y perfumada, y así volvíamos con la frente en alto, porque de eso vivíamos”.

A sus 98 años, Carmen Arévalo conserva una lucidez conmovedora. Su historia es un poema de vida, un tributo a la resistencia y a la sencillez de una época que ya no existe. Hoy, una cuidadora del Sistema Nacional de Cuidados la acompaña, la señora Beatriz Rodríguez, pero Carmen sigue siendo esa mujer llena de fortaleza y humildad, rodeada de recuerdos que son, para ella, la prueba de que vivió una vida plena y significativa.

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