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Lanzallamas contra la langosta

El profesor Ary Ney Sorondo, conserva en su taller, (museo), de campaña, en paraje Conventos, un lanzallamas. Se trata de una pieza histórica que Sorondo conserva con mucho celo.

Era una de las pocas armas en la lucha contra esta plaga. Se trata de un aparato lanza llamas y que fue una herramienta esencial de todo agricultor y empleada especialmente para destrucción de la langosta en su estado de mosquita o las saltonas que se amontonaban contra las barreras.

“La utilización de lanzallamas resultaba muy efectiva”, sostuvo Sorondo; se comenzaba a utilizar en el momento mismo que se veían roturas de los primeros nidos o cartuchos de desoves quemando con la llama la boca de los mismos la alta temperatura de la llamada lanzada por estos aparatos, llegaba hasta el interior mismo de estos nidos calcinando los insectos. “Una persona con estos quemadores podía en un día desafectar varias hectáreas invadidas”, señaló que “estos lanzallamas funcionaban con variados combustibles según los modelos que se fabricaron pudiendo ser kerosene, tanto común como a nafta”. En el caso de la pieza que conserva Sorondo, funcionaba a kerosene, con un espiral y un oído en uno de los extremos, en el otro un sifón para bombear aire a la cámara que le daba presión.

En algunos casos, han suplantado el sistema de destruir la mosquita por medio del fuego con paja o ramas secas, por la ventaja de su rapidez y practicidad. Para su encendido, se procedía a retirar hacia atrás la guarda o camisa de protección de la serpentina de gasificación, luego se hacía fuego con paja o bolsa empapada de combustible, se colocaba la parte de la serpentina sobre ese fuego hasta que la temperatura del mismo gasificara perfectamente el combustible, se corría de nuevo la camisa sobre la serpentina y se procedía con la bomba manual al bombeado para que alimente a la misma con combustible, debiendo estar la serpentina bien caliente. El lanzallamas se debía emplear perfectamente en horas tempranas del día, cuando las mosquitas se encontraban amontonadas, y en las últimas horas de la tarde para terminar de destruir los manchones con insectos que hubiesen quedado. Recordando algunas de las características de estas lanzas llamativas. Estaban las que funcionaban a gas de naftas con presión en el mismo 20 tanque, su empleo era riesgoso por el combustible que se utilizaba, que en la mayoría de los casos era bencina y han provocado en muchas ocasiones accidentes con quemaduras serias a quienes las usaban, a causa que el combustible inflamado podía retornar al tanque y provocar explosión e incendio al mismo. Otros modelos en cambio fueron diseñados de manera que el combustible no hacía presión en el tanque, sino que por medio de la bomba adosada al mismo se enviaba a la serpentina en el extremo del aparato y allí se gasifican y ardía.

 

Langostas, una plaga

 

Desde los más remotos comienzos de la vida humana y más aún desde que el hombre primitivo incursionó en los trabajos de la agricultura, la misma siempre estuvo acosada por innumerables plagas que terminaban destruyendo todo lo que se sembraba, por lo que el hombre debió luchar constantemente contra ellas y muchas veces sin resultado. Uno de los más grandes flagelos que registra la historia, fue sin duda alguna “la langosta”, que a lo largo de los siglos ha sido el mayor azote que sufrían los agricultores de muchas regiones de Oriente y de parte de África del Norte y desde los comienzos de la agricultura en América hasta bien entrado el siglo XX, devastando los cultivos que servían de alimentación tanto a humanos como a animales, haciendo peligrar hasta la propia subsistencia de los mismos.

Nuestro país y nuestras zonas conocieron durante décadas la destructora acción de este acridio… los primeros agricultores que se establecieron en estos lugares, debieron luchar a brazo partido contra esta plaga para poder salvar sus cosechas. Muchos vieron malogrados los frutos de sus esfuerzos por no contar con los elementos suficientes y apropiados para combatirlos. La historia de las antiguas civilizaciones que poblaron el noroeste de nuestra patria nos muestra que quienes habitaron estas tierras desde épocas precolombinas, cultivaban las tierras, sembraban maíz y algodón además de otros frutos originarios de América, muchos historiadores han realizado profundas investigaciones con arqueólogos y antropólogos.

Se desplazan muy lejos

Ya desarrollada sus alas, forma grandes mangas que pueden volar a razón de unos 16 kilómetros por hora (más la velocidad del viento), con un radio de acción con viento en calma, de unos 160 kilómetros por día, dándose casos en que se 6 encontraron mangas volando sobre el océano atlántico a más de 1600 Km. de la costa más cercana. Los hábitos de este insecto dan origen a las enormes mangas voladoras que podían pesar en conjunto hasta 20.000 toneladas, necesitando consumir diariamente el equivalente a su propio peso de vegetales verdes.

 

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