Politica

16 de agosto de 1856 nace Aparicio Saravia

Nacionalidad, es aquello que identifica a un pueblo, que lo hace diferente de otro. Está conformada por elementos étnicos, culturales, religiosos, por tradiciones, ideales comunes y, fundamentalmente, por la conciencia histórica. La historia es la gran promotora de una voluntad política que lleva a un grupo humano a constituirse como pueblo, a ese pueblo a transformarse en nación, y a esa nación a tomar forma estatal. Los orientales hicimos nuestro primer recorrido en este proceso, a partir de 1811, conducidos por el ideario y la acción artiguista. En sus proyectos encontramos los orígenes de la nacionalidad embrionaria.

 

Soberanía popular, República Federación, asambleas, congresos para consultar a sus iguales y explicar decisiones, Democracia que implica libre juego de dos, o más partidos en el poder (representación de las minorías al lado de las mayorías, lo que no estableció la Constitución de 1830, de ahí las guerras civiles). Estas razones fundadas por el artiguismo, conllevan la existencia de Partidos Políticos.

 

10 de agosto de 1836 fundación del Partido Blanco

A partir de la Paz del 72, el Partido Blanco pasa a Partido Nacional.

El Presidente Don Manuel Oribe fundó el Partido Blanco, con una idea y una conducta, lo llamó Defensor de las leyes “y el orden”, pidiendo a los gobiernos ser “probos, austeros y progresistas”, identificado con los colores de la Bandera Patria: blanco y azul. Cuando se generalizaron las “guerras civiles” provocadas por múltiples motivos, principalmente la dicotomía campo ciudad: el Uruguay urbano, patricio, doctoral, en oposición al país gaucho, criollo, caudillesco….

 

Las divisas blancos y colorados no entendían que la paz era imposible mientras se buscara el sometimiento de un partido por el otro. Imposible lograr la paz con un partido en el gobierno y el otro en el “llano”, excluido. Las soluciones deben provenir de los caudillos. Es la coparticipación, lograda mediante acuerdos verbales (no escritos) porque la Constitución no lo preveía. En 1870 se “levanta” en Revolución el caudillo Timoteo Aparicio, es la “Revolución de las lanzas”. En 1872 se llega a un pacto, después de los reveses y victorias.

 

Por la paz de abril del 72 se le asigna al Partido Nacional 4 Jefaturas Políticas y de Policía (nuestra Jefatura conserva tal denominación en su fachada). En aquella época los Jefes de Policía tenían gran poder para organizar el acto eleccionario, es la época de la balota (antecedente de la Credencia Cívica) que le permitía a la Policía “manipular” a gusto los cargos en cada Departamento. Por este acuerdo se le otorgaban 4 Jefaturas a los Blancos: (eran 13 Departamentos) Cerro Largo, Canelones, San José, Florida. Por lo menos el Partido Blanco tendría Senadores y Diputados.

 

La oposición básica ideológica se plantea entre Militarismo y Principismo. Un ejemplo de la rivalidad (hay cientos), con el Militar Latorre, José Pedro Varela logra la Reforma Escolar, pero le cuesta el resentimiento de los Principistas. Solamente el Principista Remigio Castellanos (sí, el que vino a Melo como Jefe Político e hizo tanto por esta zona, no olvidar la fundación del Club Unión) hizo uso de la palabra en el sepelio del reformador. El militarista Máximo Santos logró el apoyo de los colorados, pero fue herido y renunció. Con el General Tajes los civiles retornan al poder, en la persona del Presidente Julio Herrera y Obes se desmantela el Militarismo.

 

Se produce un cambio en las relaciones fronterizas entre Uruguay y Brasil, olvidados los conflictos limítrofes en la época colonial: España-Portugal. En la segunda mitad del S. XIX, la población de frontera, se asimila, casi olvidan los límites políticos, hay integración social, usan un “nuevo idioma” el portuñol, mezcla de I. Español y Portugués, casi un dialecto. Hoy, en nuestra frontera, es muy común, para los que están en ella es fácil, para los que hablamos los idiomas originales es poco entendible. Las familias en constante trasegar de Río Grande a Uruguay y viceversa, presentan y bautizan a us hijos en ambos lados, como forma práctica de “facilitarles” los cambios de país. Las influencias son recíprocas. Pocas diferencias entre gauchos y “gaúchos”, entre hacendados y “fazendeiros”, etc.

 

En esa época de integración fronteriza nace Aparicio Saravia un 16 de agosto de 1856. Es hijo de un brasileño Francisco Saraiva (Chico) y de Pulpicia da Rosa. Los dos primeros hijos habrían nacido en Brasil. Entre 1852-77, les nacieron 13 hijos, Aparicio fue el cuarto hijo. En una campaña sin alambrar y capturando ganado cimarrón (orejano) que es “amansado a rodeo”. La primera estancia de Don Chico es en Pablo áez, allí construye una manguera de piedra para 2.000 animales. Cuando Don Chico falleció dejó 3.000 hectáreas pobladas.

 

Aparicio nació en Cerro Largo, aunque “La Ternera”, a partir de 1884 quedó en “33”, departamento recién creado. Cursa primaria en su departamento y es enviado a estudiar a Montevideo. No se adapta, con 14 años se escapa y termina incorporándose a la Revolución de Timoteo Aparicio (1870-72). El hermano mayor, Gumersindo, se va a la guerra con el caudillo blanco Coronel Angel Muniz. El segundo hijo de Don Chico se une a los colorados del gobierno: Basilisio. En nuestro Museo de Melo están las charreteras y documentos de Basilisio militando con los colorados, igual que José. Los Saraiva en Brasil, en Uruguay fueron Saravia (o Sarabia según Gumersindo).

 

De la época que Aparicio acompañó la Revolución de Timoteo Aparicio, conservó el “apodo” de “Cabo Viejo”. Aquel joven que no soportó el enclaustramiento de la ciudad estaba destinado a ser el caudillo, el hombre símbolo de una causa que los movilizaba a todos. Bastaba con su presencia montando su tostado (banana) con poncho blanco, para, conseguir el grito más profundo: ¡Presente mi General! “A su lado todos se sentían satisfechos y confiados, rebosaban alegría y ardor bélico” (al decir de Mena Segarra). Cuando le pidieron que no se expusiera al frente, en el campo de batalla, les respondió: “Tengo que mostrarme a la muchachada para que esté contenta”. Sus frases, con fuerte sabor terruñero. Si habían deserciones, “la cáscara se va, pero el cerno, queda”. “Si faltan municiones los pelearemos a lanza y a cuchillo”, a otro guerrero que lo avivaba en una retirada, le contestó “no me vive aquí, vaya a vivarme a la línea de fuego”. Era tal su respeto por la tropa como la adhesión incondicional de esta hacia su persona; las huestes lo vivaban como a un padre, es el “Cabo Viejo”. Para el General los guerreros eran “sus muchachos”.

 

¡Hay tanto para contar sobre el General! Una descripción escrita por Acevedo Díaz: Aparicio disimula la medianía de su talla y se crece. Su actitud es esta: el cuerpo echado hacia atrás, el robusto pecho saliente, el pie estirado, bien aplomado. Cuando arranca al galope parece un águila que abre las alas para emprender el vuelo”. En el Museo de Melo, Dr. Pérez, hay un cuadro de Aparicio a caballo que es exacto con la descripción de Acevedo Díaz.

Javier de Viana escribió: “No es un hombre, es un símbolo, no es una idea, es un sentimiento”.

Carlos Roxlo, en el 97, le oyó decir: “Es preciso que cuide mucho a mis indios, esos tigres merecen guardarse para cría”. Elegí frases escritas por tres reconocidos intelectuales que pelearon a su lado, pertenecientes a la juventud blanca de la ciudad.

 

Dicho por el General en 1904: “Esta guerra debe ser la última que ensangrente y asole el país. Esta debe ser la guerra por la paz”.

 

 

Prof. Teresita Pírez   

 

 

 

 

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